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COMPAÑEROS DE VIAJE
ALFREDO GÓMEZ CERDA (Un barco cargado de... cuentos)

Al señor Fernández le tocó la ventanilla. Al señor García le tocó al lado del señor Fernández. No se conocían de nada. Era la primera vez que viajaban de Madrid a Barcelona en el puente aéreo.
El señor Fernández había trabajado muchos años en un cine, de acomodador; pero hacía ya cuatro que el cine se había convertido en un bingo y que él se había quedado sin trabajo. Ya se le había agotado el subsidio de paro y malvivía de alguna que otra chapuza. Viajaba a Barcelona a la boda de su hija, que le había enviado días antes el pasaje del avión, y estaba muy preocupado porque ni siquiera tenía un traje que ponerse para ir a la boda.

El señor García trabajó muchos años en un restaurante muy bueno; pero el dueño del restaurante se lo vendió un día a un banco y él se quedó en la calle. A su edad le resultaba difícil encontrar un nuevo empleo y malvivía de unos ahorrillos, que estaban a punto de agotársele. Viajaba a Barcelona para participar en un famoso concurso de televisión, de preguntas y respuestas. Si superaba la prueba se embolsaría unas pesetas, que le vendrían muy bien.
El puente aéreo Madrid-Barcelona apenas dura cincuenta minutos. A pesar de ello, el señor Fernández y el señor García mantuvieron una conversación, tan animada como falsa:
—Soy dueño de una cadena de cines —mentía el señor Fernández.
—Yo poseo más de diez restaurantes —mentía también el señor García.

Y cada uno de ellos se imaginaba que su acompañante era una persona muy rica.
En el aeropuerto de Barcelona, junto a una cinta transportadora, el señor Fernández y el señor García esperaron a que apareciesen sus equipajes. Curiosamente, las maletas de ambos eran muy parecidas.
Ya en el gran vestíbulo del aeropuerto, dejaron las maletas en el suelo y se despidieron, dándose un abrazo. Luego, el señor Fernández se hizo el despistado y cogió la maleta del señor García. El señor García; que pensaba hacer lo mismo, sintió mucho gusto al ver cómo su compañero se confundía de equipaje.

Los dos se separaron, imaginándose que la maleta que llevaban estaba cargada de innumerables tesoros.
Por la noche, en casa de su hija, el señor Fernández abrió la maleta del señor García. Los tesoros se convirtieron en desilusión: solo había ropa vieja y remendada y una maquinilla de afeitar. También se encontraba en la maleta el último traje de camarero del señor García, el que utilizaba antes de que lo echasen del restaurante.
Por la noche también, en el cuarto de un hotel, el señor García abrió emocionado la maleta del señor Fernández.

Pero lo que halló le dejó boquiabierto: solo había ropa vieja y un neceser parecido al suyo, con un cepillo de dientes y una maquinilla de afeitar. Entre la ropa encontró también un viejo y arrugado programa de mano, de los que daban en el cine antiguamente. El señor Fernández lo guardaba con nostalgia, pues era de la película con la que había empezado a trabajar de acomodador en el cine, hacía ya mucho tiempo, en el año 1963. La película se titulaba Los pájaros, y la había dirigido el famoso Alfred Hitchcock. En el programa se veía a la rubia protagonista corriendo, perseguida por una bandada de pájaros enfurecidos.

A pesar de la desilusión de los hallazgos, nunca se arrepintieron el señor Fernández y el señor García de haberse cambiado las maletas en el aeropuerto.
Al día siguiente, el señor Fernández acudió a la boda de su hija vestido con el flamante traje del señor García, que por supuesto nadie identificó como de un camarero. El señor Fernández se sintió muy feliz llevando del brazo a su hija por el pasillo de la iglesia.
También al día siguiente, el señor García acudió al concurso de televisión. Y consiguió ganar el premio al acertar la última y más difícil de las preguntas:
—¿En qué año se estrenó la película Los pájaros? —preguntó el locutor del programa.
—¡En 1963! —respondió eufórico el señor García, recordando el viejo programa de mano del señor Fernández.

También en el puente aéreo regresaron un día después a Madrid el señor Fernández y el señor García. No se encontraron, porque tomaron distintos aviones.
Eso sí, el señor Fernández contó a su compañero de viaje que era dueño de una cadena de cines. El señor García, por su parte, contó también a su compañero de viaje que poseía más de diez restaurantes.
Si se cambiaron o no las maletas al llegar a Madrid, es cosa que no se sabe.

Alfredo Gómez Cerdá nació en Madrid, en el verano de 1951. Estudió Filología Española, especializándose en Literatura. Comenzó escribiendo teatro, género en el que publicó y representó varias de sus obras en los años 70. Sin embargo, en los 80 descubrió la literatura infantil y juvenil y pronto conoció el éxito. Desde entonces ha publicado más de setenta títulos, varios de ellos traducidos a otros idiomas.
Gómez Cerdá ha colaborado en prensa y en revistas especializadas, además de participar en numerosas actividades en torno a la literatura infantil y juvenil, como charlas, libro-fórum, programas radiofónicos, mesas redondas, conferencias, etc. Asimismo, ha formado parte de proyectos educativos realizados en Estados Unidos (Aprenda II, en San Antonio, Texas). Sus libros se venden en varios países de Europa, América y Asia. Ha escrito además varios guiones para cómic.
Su labor literaria le ha reportado más de veinticinco galardones, entre los que se encuentran el segundo premio El Barco de Vapor 1982, el segundo premio Gran Angular de literatura juvenil en 1983, Premio Altea 1984, accésit del Premio Lazarillo 1985 y segundo premio de El Barco de Vapor del mismo año. En 1987 dos de sus libros (La casa de verano y Timo Rompebombillas) fueron incluidos en la Lista de Honor de la CCEI, y desde entonces ha repetido en numerosas ocasiones, casi cada año. En 1994 logró el Premio Il Paese dei Bambini de Italia, y en 1996 fue accésit del Premio de novela corta Gabriel Sijé. Se hizo con otro Premio Gran Angular en 2005 por su libro Noche de alacranes. Ese año también logró el White Raven de Munich. En 2006 fue Premio Fray Luis de León, mientras que en 2008 se hizo con el Premio Ala Delta, el Premio Lector 2008 y el prestigioso Cervantes Chico por el conjunto de su obra. 2009 le trajo de nuevo el White Raven, así como el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.
Revisado por: Alfredo Rodrigálvarez Rebollo